El inmueble.
Construida en 1898 y ubicada En la calle de Héroes número 45, antes Humboldt, llegó a medir 1,575 metros cuadrados. Se encuentra detrás de Avenida Reforma, en contra esquina del Panteón de San Fernando y detrás de la Iglesia de San Hipólito, en donde se venera cada 28 de octubre a San Judas Tadeo. El metro Hidalgo es el más cercano, incluso una de sus salidas es a la Calle Héroes.

Sus habitantes.
En esa hermosa casa, vivieron el Arquitecto Antonio Rivas Mercado junto con su familia, entre ellas, su segunda hija y quien fuera la consentida del Oso, como le decían a don Antonio, Antonieta Valeria Rivas Mercado.
El apodo del Oso se lo ganó cuando, mientras vivió de joven en Francia, un cirquero estaba invitando al público a pelear contra un oso. Los amigos de Antonio, sabiendo su corpulencia, de casi dos metros de estatura, lo invitaron a participar, a lo cual aceptó y ganó la batalla.
Dentro de las obras arquitectónicas que realizó el arquitecto Antonio Rivas Mercado, se encuentra la remodelación del Teatro Juárez de la ciudad de Guanajuato, algunas remodelaciones en haciendas pulqueras, sobre todo las pertenecientes a su cuñado Torres Adalid y por supuesto, el Ángel de la Independencia.
Lo anterior le granjeó una gran fortuna durante el porfiriato. Don Porfirio, cuando no tenía dinero para pagarle, lo hacía otorgándole edificios como el Claustro de Sor Juana. Estos edificios los rentaba y obtenía buenos ingresos que les permitía ser considerados unas de las familias millonarias de México.
Antonieta creció en esta abundancia, nació en esta casa y fue una mujer adelantada a su época, haciendo y financiando una campaña presidencial, era escritora y mecenas de escritores como Salvador Novo, Andrés Henestrosa y fundadora, junto con Carlos Chávez, de la Orquesta Filarmónica Nacional.

Su final trágico en la catedral de Notre Dame el 11 de febrero de 1931, la convirtió en un mito, en una leyenda que dejó una vida literaria inconclusa más no desapercibida.
Cuando Antonio Rivas Mercado muere en 1927, Antonieta queda como abal de todos los bienes, sin embargo, esta casa queda heredada a su hermana mayor, quien les pide la desalojen para poder rentarla.
La casa siendo testigo de la Historia.
Aquí comienza el declive tanto de Antonieta como de la casa, que fue cambiando de dueños año con año.
Contaba con tres niveles, un sótano, una planta baja y un piso superior.
Le tocó vivir la Revolución Mexicana, llegando a protegerse de los revolucionarios comandados por el General Lucio Blanco, quienes se asentaron en la casa de enfrente, de los Casasús y escondiendo a las niñas y mujeres de servicio, en el sótano, para protegerlas de los revolucionarios, quienes tenían fama de tomar a las mujeres como botín de guerra.
A continuación, podemos ver una ventana que daba al sótano, donde seguramente Antonieta, su hermando Mario y su hermana Amelia, veían desfilar a los soldados en su jardín:

Incluso el General Blanco le pidió permiso al arquitecto Antonio Rivas Mercado para que sus tropas pudieran marchar en su jardín, el cual les fue concedido.
Más tarde, fue una escuela durante muchos años, el Instituto Washington, en la cual estudió una adolescente de 16 años llamada Silvia Pinal.
Los sismos de 1957 y 1985 no fueron clementes con el inmueble y lo deterioraron mucho, quedando abandonada desde esa fecha hasta la intervención de Ana Lilia Cepeda, quien con el apoyo de la Fundación Conmemoraciones 2010 A.C., en 2008 se inicia la recaudación de fondos para la reconstrucción del inmueble.
El rescate de la memoria de Antonieta que derivó en el rescate de la casa.
Cabe aclarar que todo inicia gracias a la nuera de Antonieta Rivas Mercado, Kathryn S. Blair, quien, con su biografía en 2005, A La Sombra del Ángel, cautivó a los lectores sobre el tema de Antonieta.
Esta fascinación por Antonieta también hizo que algunos mosaicos de la casa fueran saqueados por aficionados de la novela. Sin embargo, años después, en abril de 2006, la escritora buscaría a Ana Lilia Cepeda, en ese entonces, encargada del Fideicomiso del Centro Histórico.
La labor fue titánica, ya que la casa estaba en pésimas condiciones, tenían que luchar contra el embate del tiempo, los estragos de los sismos, el hundimiento del suelo y las inundaciones, sobre todo del sótano, con la humedad que estas conllevan.
Sin embargo, se logró gracias a la participación de arquitectos especialistas en restauración, como el arquitecto Gabriel Mérigo.
Uno de los aspectos que me llamaron mucho la atención cuando visité la casa, es el nivel del detalle con el que la realizaron, llegando incluso al extremo de pedir los mosaicos a la misma empresa en la que los compró Antonio Rivas Mercado en 1898, una empresa de Inglaterra, que data de la Revolución Industrial y que sigue abierta en el Reino Unido, llamada la fábrica Craven Dunill and Co. Limited, Jackfield, Shropshire, Inglaterra.
Aquí podemos ver algunos de los mosaicos y tragaluz originales:

Cuando la casa ya estaba restaurada, su hijo Donald Antonio Blair, a quien dejó en Burdeos al cuidado de la familia Lavigne, donde se alojaban y ahí estaba él cuando ella se quitó la vida en París, fue a visitar la casa y lloró, diciéndole a Ana Lilia Cepeda: “Aquí estuve con mi mamá”.

Conclusión.
Vale mucho la pena visitar la casa, sobre todo los domingos en punto de las 10:00 de la mañana, en el que una historiadora les dará un recorrido con una historia bastante amena, tanto de la casa como de la familia Rivas Mercado y podrán admirar la terraza, el hermoso árbol que fue testigo de todo lo vivido desde su construcción, los mosaicos, los tragaluces, el piano, los techos de madera, el barandal bien conservado entre otras maravillas que les aguardan en ese hermoso inmueble plagado de anécdotas.

Fuentes consultadas. –
La Casa Rivas Mercado.
Cepeda, A. L. (2020). La casa Rivas Mercado: Una historia detrás de la historia. Ediciones Atrament.
