Concepción Lombardo, viuda de Miramón: ¿una mirada clasista?

En 2011 Editorial Porrúa publica la tercera edición las memorias de Concepción Lombardo de Miramón, siendo la primera en 1980. Resulta una apasionante lectura ya que recoge su punto de vista cuanto a la época en la que vivía, mediados del siglo XIX, la Guerra de Reforma y el Imperio de Maximiliano, es decir, esas dos etapas desde un punto de vista conservador y es que no solo son sus memorias personales sino que tiene una fuente invaluable que nos comparte, las cartas que Miramón le escribía mientras estaba en campaña.

Como historiadores no debemos juzgar entre buenos y malos, ya que éstos no existen, ambos bandos peleaban por lo que creyeron era lo mejor para México y ambos cometieron atrocidades.

También es cierto que la Historia la escriben los vencedores, por lo que en este caso la escribieron los del bando liberal liderado por Don Benito Juárez, pero siempre es importante en una investigación conocer el modo de pensar y sentir de ambos bandos para tratar de comprender el motivo de sus acciones.

Los liberales deseaban una República, que no estuviera a las órdenes del Clero, del Ejército y de unos cuantos millonarios, mientras que los conservadores deseaban un gobierno monárquico, en donde no perdieran sus privilegios.

De ahí se deriva que la gran mayoría de los conservadores pertenecía a la clase alta del México de la primera mitad del siglo XIX y es aquí en donde encontramos frases alusivas a cómo una mujer y su marido, perteneciente a ese grupo social exclusivo, veía a las clases menos privilegiadas.

Su percepción de Benito Juárez era la siguiente:

“Juárez, hombre astuto, ambicioso y tenaz, como lo son todos los indios, a cuya raza pertenecía.”. p. 204.

“Pobre descendiente de la vetusta y noble Casa de los Habsburgos, que, de su encantador y risueño Castillo de Miramar, fue a acabar sus días en la triste celda de una pobre Capuchina, convertida en prisión de Estado, por el indio sectario”. p. 592.

Y sobre Mariano Escobedo:

“Apenas llegué a San Miguel, me dirigí a la casa de la madre de Escobedo…Aquella mujer era una anciana que representaba los ochenta, alta, seca y llena de arrugas; su aspecto era el de una persona común, y lo que me llamó la atención al verla, fue la gran semejanza que con ella tenía su hijo, particularmente en las orejas, que eran fenomenales, y que por su forma y tamaño le daban a su fisonomía la exacta semejanza de un orangután”. p 593.

Por su lado, Miguel Miramón se expresaba de esta manera, previo a la masacre de Tacubaya, utilizando una palabra que llegó a utilizar el personaje de Quico en el Chavo del Ocho:

“Temo mucho que Márquez no llegue a tiempo al punto indicado como se desearía, pero si llega, espero que concluya con esa chusma”. p. 206.

Ese tipo de apelativos clasistas, indio, chusma, orangután, se usaban en ese entonces y los seguimos escuchando, naco, prieto, fresa, fifí, chairo. Un ejemplo en la literatura lo encontramos en el libro Las Batallas en el Desierto de José Emilio Pacheco de 1981, en donde menciona las relaciones carnales, consensuadas o no, que llegan a tener las empleadas domésticas con los jóvenes que habitan en esas casas y cómo se expresan de ellas:

“Pero en aquella época: sirvientas que huían porque “el joven” trataba de violarlas, guiado por la divisa de su pandilla: <<Carne de gata, buena y barata>>”.

En las memorias de Concha Lombardo también encontramos las reacciones a los hechos que conllevaron a los Mártires de Tacubaya y la batalla de Antón Lizardo:

Tras la carta, el General Miguel Márquez gana la batalla y el 11 de abril mata a varios soldados enemigos, pero también a extranjeros y médicos que solo estaban ayudando a heridos de ambos bandos, ganándose el apodo del Tigre de Tacubaya, algo que el clero aplaudió con mucha vehemencia:

“A las doce del día comenzaron las salvas de artillería, y el repique de las campanas”, tras lo cual, Miramón alaba a Márquez: “Vamos, mi vida, me contestó imprimiendo un beso en mi frente, nada de quejas, ya me tienes aquí. Luego, soltándose de mis brazos, me dijo: “Dale un abrazo a este bravo general que ha dado hoy una gloria al ejército”. Yo entonces desaté la faja azul de general de división que mi esposo llevaba en la cintura y la ceñí en la del General Márquez, el cual emocionado me estrechó afectuosamente la mano y me abrazó”. p. 208.

Y también cómo le escribe Miramón sobre la derrota en Antón Lizardo:

“Hasta hoy hemos podido calcular los grandes males que los Estados Unidos nos han hecho con la intervención que toman a la presente lucha; la aprehensión de nuestros vapores nos privó de las raciones de boca. En fin, la expedición fracasó debido al golpe que recibimos en nuestra marina”. p. 266.

En fin, es un libro muy apasionante y que nos brinda un punto de vista alterno al que la historia oficial nos ha enseñado.

Bibliografía. – Lombardo, Concepción. Memorias. Editorial Porrúa, 2011.
Pacheco, José Emilio. Las Batallas en el Desierto, Capítulo X. Ediciones Era, 2011.

1 comentario en “Concepción Lombardo, viuda de Miramón: ¿una mirada clasista?”

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