Procuro no hacer tan densos los blogs pero este si me pareció que valía la pena profundizar en las fuentes.
El arqueólogo Román Piña Chanen la década de 1960 inicia las labores de investigación en Zultepec, se detuvo por treinta años y se retomó en 1992, fecha desde la cual se han encontrado cientos de piezas, una tan impresionante como la “Vasija Octecómatl”, que en náhuatl significa “vasija para pulque”, la cual representa al maguey con sus pencas y quiote o flor y en su interior contenía el pulque azul y que en el Covid se hizo famosa por su parecido con la recreación gráfica del Covid:

Dentro de las esculturas encontradas están vasijas, huesos humanos pero no solo prehispánicos sino de las figuras que traía la caravana de Juan Juste, como son figuras de ídolos africanos, herrajes, monedas, entre otros artículos que podemos ver a continuación:

También se encontró un Tzompantli en muy buenas condiciones, el cual podemos encontrar en el Museo Nacional de Historia en el Castillo de Chapultepec:

La población de Zultepec, que en su momento albergó a los Tlatepexcas, <los que viven atrás de los cerros>, pertenecía a Texcoco y hace frontera con Calpulalpan, Tlaxcala, no lo debemos confundir con el Calpulalpan perteneciente al Estado de México, ésta última famosa porque ahí ganó Jesús González Ortega la última batalla de la Guerra de Reforma a Miguel Miramón el 22 de diciembre de 1860.

Esta historia se da en 1520, el mismo año en que se da la batalla de Hernán Cortés contra Pánfilo de Narváez y La Noche Triste, ambas historias entrelazadas con los acontecimientos acaecidos en Tecoaque.
Pánfilo de Narváez llega con mil soldados a Cempoala para derrotar y aprehender a Hernán Cortés, dentro de los cuales venía un personaje importante y de renombre, llamado Juan Juste. Era tal su importancia, que Hernán Cortés lo nombra capitán de un contingente que iría a Tenochtitlan, sin embargo, era un contingente en el que no venían soldados únicamente, sino heridos, mujeres, niños, totonacas, mulatos y tlaxcaltecas, entre ellos el hijo de uno de los cuatro señores tlaxcaltecas, el hijo de Maxixcatzin.
La versión de Hernán Cortés en sus cartas de relación:
Hernán Cortés en la Segunda Carta de Relación nos menciona a la caravana de Zultepec: “Aquí en esta ciudad había dejado ciertos enfermos cuando pasé a la de Temixtitan, y ciertos criados míos con plata y ropas mías y otras cosas de casa y provisiones que yo llevaba, por ir más desocupado si algo se nos ofreciese; y se perdieron todas las escrituras y autos que yo había hecho con los naturales de estas partes y quedando asimismo toda la ropa de los españoles que conmigo iban sin llevar otra cosa más de lo que llevaban vestido, y con sus capas. Y supe cómo había venido otro criado mío de la Villa de la Vera Cruz, que traía mantenimientos y cosas para mí, y con él cinco de caballo y cuarenta y cinco peones. El cual había llevado asimismo consigo a los otros que yo allí había dejado con toda la plata y ropa y otras cosas, así mías como de mis compañeros, con siete mil pesos de oro fundido que yo había dejado allí en dos cofres, sin otras joyas, y más otros catorce mil pesos de oro en piezas que en la provincia de Tuchitebeque se habían dado a aquel capitán que yo enviaba a hacer el pueblo de Cuacuacalco, y otras muchas cosas, que valían más de treinta mil pesos de oro; y que los indios de Culúa los habían muerto en el camino a todos, y tomado lo que llevaban; y asimismo supe que habían muerto otros muchos españoles por los caminos, los cuales iban a la dicha ciudad de Temixtitan, creyendo que yo estaba en ella pacífico, y que los caminos estaban, como yo antes los tenía, seguros. De que certifico a vuestra majestad que hubimos todos tanta tristeza que no pudo ser más; porque allende de la pérdida de estos españoles y de los demás que se perdió, fue renovarnos las muertes y pérdidas de los españoles que en la ciudad y puentes de ella y en el camino nos habían muerto; en especial que me puso en mucha sospecha que asimismo hubiesen dado en los de la villa de la Vera Cruz, y que los que tuviésemos por amigos, sabiendo nuestro desbarato se hubiesen rebelado.”
Así mismo en la Tercera Carta de Relación nos menciona la venganza que de ellos tomó, a la cual mandó a Gonzalo de Sandoval, ya que le quedaba de camino cuando fue por los bergantines que usaría para el cerco a Tlaxcala: “estaban acabados de labrar y la gente que los habia de traer apercibid envié a Gonzalo de Sandoval, alguacil mayor, con quince de caballo, doscientos peones para los traer, al cual mandé que destruyese y asolay un pueblo grande, sujeto a esta ciudad de Tesuico, que linda con lo términos de la provincia de Tascaltecal, porque los naturales de él m habían muerto cinco de caballe y cuarenta y cinco peones que verian de la Villa de la Vera Cruz a la ciudad de Temixtitan, cuando yo estal cercado en ella, no creyendo que tan gran traición se nos había de hacer, y como al tiempo que esta vez entramos en Tesuico hallamos en los adoratorios o mezquitas de la ciudad los cueros de los cinco caballo. con sus pies y manos y herraduras cosidos, y tan bien adobados como en todo el mundo lo pudieran hacer, y en señal de victoria, ellos y mucha ropa y cosas de los españoles ofrecido a sus ídolos, y hallamos la sangr de nuestros compañeros y hermanos derramada y sacrificada por todas aquellas torres y mezquitas, fue cosa de tanta lástima, que nos renovó todas nuestras tribulaciones pasadas. Y los traidores de aquel pueblo y de otros a el comarcanos, al tiempo que aquellos cristianos por allí pasaron, hiciéronles buen recibimiento, para los asegurar y hacer en ellos la mayor crueldad que nunca se hizo, porque abajando por una cuesta y mal paso, todos a pie, trayendo los caballos de diestro, de manera que no se podían aprovechar de ellos, puestos los enemigos en celada de una parte y de la otra del mal paso, los tomaron en medio, y de ellos mataron, y de ellos tomaron a vida para traer a Tesuico a sacrificar y sacarles los corazones delante de sus ídolos; y eso parece que fue así, porque cuando el dicho alguacil mayor por allí pasó, ciertos españoles que iban con él, en una casa de un pueblo que está entre Tesuico y aquel donde mataron y prendieron los cristianos, hallaron en una pared blanca escritas con carbón estas palabras: “Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Yuste”, que era un hidalgo de los cinco de caballo; que sin duda fue cosa para quebrar el corazón a los que lo vieron. Ý llegado el dicho alguacil mayor a este pueblo, como los naturales de él conocieron su gran yerro culpa, comenzaron a ponerse en huida, y los de caballo y los peones españoles e indios nuestros amigos siguieron el alcance; y mataron muchos, y prendieron y cautivaron muchas mujeres y niños, que se dieron por esclavos; aunque, movido a compa-sión, no quiso Sandoval matar ni destruir cuanto pudiera, y aun antes que de allí partiese hizo recoger la gente que quedaba y que se viniesen a su pueblo; y así, está hoy muy poblado y arrepentido de lo pasado.”
Bernal Díaz del Castillo nos menciona lo siguiente:
“Y volvamos a nuestra plática. Y es que Gonzalo de Sandoval hizo lo que el capitán le mandó, así en ir a la provincia de Chalco, que poco se rodeaba, y dejar allí a los mancebos señores de ella; y fue al Pueblo Morisco, y antes que llegasen los nuestros ya sabían por sus espías cómo iban sobre ellos, y desmamparan el pueblo y se van huyendo a los montes. Y Sandoval los siguió y mató tres o cuatro, porque hubo mancilla de ellos, mas hubiéronse mujeres y mozas, y prendió cuatro principales, y Sandoval los halagó a los cuatro que prendió y les dijo que cómo habían muerto tantos españoles. Y dijeron que los de Tezcuco y de México los mataron en una celada que les pusieron en una cuesta por donde no podían pasar sino uno a uno, porque era muy angosto el camino, y que allí cargaron sobre ellos gran copia de mexicanos y de Tezcuco, y que entonces los prendieron y mataron; y que los de Tezcuco los llevaron a su ciudad y los repartieron con los mexica-nos. Y esto, que les fue mandado, y que no pudieron hacer otra cosa; y que aquello que hicieron fue en venganza del señor de Tez-cuco, que se decía Cacamatzin, que Cortés tuvo preso y se había muerto en las puentes.
Hallóse allí en aquel pueblo mucha sangre de los españoles que mataron, por las paredes, con que habían rociado con ella a sus ídolos, y también se halló dos caras que habían desollado y adobado los cueros, como pellejos de guantes, y las tenían con sus barbas puestas y ofrecidas en uno de sus altares. Y asimismo se halló cuatro cueros de caballos, curtidos, muy bien aderezados que tenían sus pelos y con sus herraduras, y colgados a sus ídolos en su cu mayor. Y hallóse muchos vestidos de los españoles que habían muerto, colgados y ofrecidos a los mismos ídolos. Y también se halló en un mármol de una casa, adonde los tuvieron presos, escrito con carbones: “Aquí estuvo preso el sin ventura Juan Yuste, con otros muchos que traía en mi compañía”.
Este Juan Yuste era un hidalgo de los de caballo, que allí mataron, y de las personas de calidad que Narváez había traído. De todo lo cual Sandoval y todos sus soldados hubieron mancilla y les pesó; más, ¿qué remedio había ya que hacer sino usar de piedad con los de aquel pueblo, pues se fueron huyendo, y no aguardaron, y llevaron sus mujeres e hijos; y algunas mujeres que se prendían lloraban por sus maridos y padres? Y viendo esto Sandoval, con cuatro principales que prendió, y con todas las mujeres, a todos les soltó y envió a llamar a los del pueblo, los cuales vinieron y le demandaron perdón y dieron la obediencia a Su Majestad, y prometieron de siempre ser contra mexicanos y servirnos con el amor y voluntad que les fuese posible y muy bien. Y preguntados por el oro que robaron a los tlaxcaltecas cuando por allí pasaron, dijeron que a tres habían tomado las cargas de ello, y que los mexicanos y los señores de Tezcuco se lo llevaron, porque dijeron que aquel oro había sido de Montezuma, y que lo habían tomado de sus templos, y se lo dio a Malinche cuando le tenía preso.”
Francisco Cervantes de Salazar es quien en su capítulo CXXXIV nos narra que dentro de esta caravana iba un hijo de Maxixcatzin, señor de una de las cuatro cabeceras de Tlaxcala:
“Después de recibidas las armas, joyas y presentes que de una parte a otra se dieron, y Magiscacín, que era muy cuerdo, entendió que Cortés estaba contento a alegre, díjole: «Señor, para que proveas con tiempo en lo que adelante has de hacer, te quiero avisar de lo que pasa y no has de recibir pena, aunque caiga sobre otra mayor. Sabrás que habrá doce días que pasaron por Guaulipa Juan Juste y Morla con obra de treinta españoles, que llevaban la plata de tu recámara, y yo, por lo que te amo, les di un hijo que fuese en su compañía; he sabido después acá por muy cierto que pocas leguas adelante dieron en las guarniciones mexicanas, y allí matando ellos muchos, murieron todos y entre ellos mi hijo, que, pues había de morir, holgué acabase peleando como caballero en la guerra y no en la cama, como suelen los de ruin suerte, y que hiciese su deber no dejando a los cristianos en cuya compañía yo le había dejado.”
Y la respuesta que le dio Hernán Cortés:
“Pasó esto así como Magiscacín había dicho, porque después, yendo los nuestros por aquel camino, hallaron hechas unas letras en la corteza de un árbol, que decían: «Por aquí pasó el desdichado de Juan Juste con sus desdichados compañeros, muertos de hambre y entre enemigos»; llevaron tanta hambre, que uno de ellos dio a otro por muy pocas tortillas, que de una sentada las podía comer, una barra de oro fino que pesaba más de 80 ducados.
Mucho pesó a Cortés de esta nueva, porque treinta y dos españoles y tan buenos como aquéllos, en tal sazón y coyuntura le habían de hacer mucha falta; pero como sabio y valeroso, viendo que a lo hecho no hay remedio, encubrir el dolor y mostrando el contento que no tenía, obligando más a Magiscach dijo: «Señor y grande amigo mío: Lo que más me pesa es de la muerte de tu hijo, que de tal padre como tú había de haber muchos hijos y que viviesen mucho, para que en todo, por muchos años, correspondiesen el valor de su padre; pero como dices, pues murió peleando y ya no puede dejar de ser muerto, no hay que decir más de que mientras que tú fueres vivo, no tengo yo de qué tener pena, aunque mayores desgracias me sucediesen, y sabe que aunque venimos heridos y cansados, con esto poco que habemos reposado, estamos ya tan alentados y deseosos de vernos a las manos con tus enemigos y nuestros, que ya nos parece que habemos estado muy ociosos».”
Y la venganza de Sandoval también es narrada por Francisco Cervantes de Salazar en su capítulo LXVI:
“Salió Sandoval con gran determinación de asolar y destruir aquel pueblo, así por lo que Cortés le había mandado, como porque un poco antes que llegase al pueblo halló escrito de carbón en una pared blanca de una gran sala que había en unos aposentos: «Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Juste, que era un hijodalgo de los cinco de a caballo». Gran lástima puso este letrero a los que le leyeron, porque era uno de los más valientes y de más consejo que en el real se pudiera hallar, y así, todos unánimes los que con Sandoval iban, determinaron de vengar a fuego, y a sangre tan gran maldad; pero los del pueblo, conociendo la traición grande que habían hecho, sabiendo que Sandoval se acercaba, aunque eran muchos y se pudieran poner en resistencia, determinaron a toda prisa, con todos los niños y mujeres, salirse de él. Sandoval los siguió, alanceó a muchos, prendió y cautivó muchas mujeres y muchachos que no pudieron andar tanto, los cuales se dieron después por esclavos, atenta la gravedad del delito. Siguió el alcance, alanceando y matando no tantos cuantos pudiera, porque como iban en huida y desordenados no pudieron hacer resistencia.”
Francisco de Gómara también menciona el hecho en su capítulo Españoles que Sacrificaron en Tezcuco:
“Vino asimismo de Veracruz un español con noticia de que habían desembarcado treinta españoles, sin contar los marineros de la nao, y ocho caballos, y que traían mucha pólvora, ballestas y escopetas. Por lo cual hicieron alegrías los nuestros, y en seguida envió Cortés a Tlaxcallan a por los bergantines ¿Sandoval con doscientos españoles y quince de a caballo. Le mandó que de camino destruyese el lugar en que prendieron a trescientos tlaxcaltecas y cuarenta y cinco españoles con cinco caballos, cuando estaba México cercado; este lugar es de Tezcuco, y linda con tierra de Tlaxcallan. Bien hubiese querido castigar por lo mismo a los de Tezcuco, pero no era tiempo ni convenía por entonces; pues mayor pena merecían que los otros, porque los sacrificaron y comieron, y derramaron la sangre por las paredes, haciendo señales con ella misma de que era de españoles. Desollaron también los caballos, curtieron los cueros con sus pelos, y los colgaron con las herraduras que tenían, en el templo mayor, y junto a ellos los vestidos de España como recuerdo. Sandoval fue allá decidido a combatir y asolar aquel lugar, así porque se lo mandó Cortés, como porque halló un poco antes de llegar a él, escrito con carbón en una casa: «Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Juste»; que era un hidalgo de los cinco de a caballo. Los de aquel lugar, aunque eran muchos, lo dejaron, y huyeron en cuanto vieron españoles sobre ellos, los cuales les fueron detrás siguiendo; mataron y prendieron muchos de éstos, especialmente niños y mujeres, que no podían andar, y que se entregaban por esclavos y a misericordia. Viendo, pues, tan poca resistencia, y que lloraban las mujeres por sus maridos, y los hijos por sus padres, tuvieron compasión los españoles, y ni mataron a la gente ni destruyeron el pueblo; antes bien llamaron a los hombres y los perdonaron, con juramento que hicieron de servirlos y serles leales; y así se vengó la muerte de aquellos cuarenta y cinco españoles.
Preguntados cómo cogieron tantos cristianos sin que se defendiesen ni escapase hombre alguno de todos ellos, dijeron que se habían puesto al acecho, muchos frente a un mal paso en una cuesta arriba, que tenía estrecho el camino, donde por detrás los acometieron; y como iban de uno en uno y los caballos del diestro, y no se podían dar la vuelta ni hacer uso de las espadas, los prendieron fácilmente a todos, y los enviaron a Tezcuco donde, como arriba he dicho, fueron sacrificados en venganza de la prisión de Cacama.”
Fuentes consultadas
- Cervantes de Salazar, Francisco. Crónica de la Nueva España. Red ediciones S.L., 2011.
- Cortés, Hernán. Cartas de Relación. Ed. Porrúa, 2005.
- Díaz del Castillo, Bernal. Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España. Fernández Editores, 1961.
- López de Gómara, Francisco. La Conquista de México. N2KT.
- YouTube – Documental 1
- YouTube – Documental 2