El Tianguis: un mercado con siglos de historia

En náhuatl, tianquiztli es el nombre con el que se conocía al mercado, un espacio fundamental en la vida de los pueblos mesoamericanos. En estos lugares se comercializaba una enorme variedad de productos: alimentos, aves, mamíferos, piedras preciosas, objetos de cantera, utensilios de barro, mosqueadores, e incluso servicios como el corte de cabello.

A pesar de que existía un tipo de moneda —los granos de cacao—, la forma predominante de comercio era el trueque, lo que no impedía que todo funcionara con un orden notable. Había incluso jueces que resolvían disputas directamente en el mercado, por ejemplo, cuando alguien inflaba los precios injustamente.

El asombro de los españoles

Cuando los españoles llegaron a América, quedaron maravillados por estos mercados. El primero que conocieron fue el de Tlaxcala. Francisco López de Gómara relata:

“Ocotelulco era la mejor y más poblada parte de la ciudad [Tlaxcala], en donde estaba la plaza mayor, en la que hacían el mercado que llaman tianquiztli, y donde tiene sus casas Maxixcacín.”

Más adelante, Gómara también se refiere al tianguis de Cholula como algo digno de admiración, especialmente por la loza, fabricada en múltiples formas y colores.

Pero estos mercados no eran exclusivos de grandes ciudades: prácticamente todos los pueblos de Mesoamérica contaban con su propio tianquiztli. En la Crónica Mexicana, Hernando Alvarado Tezozómoc menciona tianguis en lugares como Tepacac, Tecamachalco, Tziccoac y Tuzpa, con ferias que se realizaban cada cierto número de días. En estas ferias participaban los pochteca, comerciantes mexicas que también actuaban como espías —llamados quimichtin (ratones).

El tianguis de Tenochtitlan y Tlatelolco

Tenochtitlan también tenía su propio mercado, ubicado frente al palacio de Moctezuma y el Templo Mayor. Sin embargo, el más impresionante era el de Tlatelolco. Gómara lo describe así:

“Cada barrio y parroquia tiene su plaza para contratar el mercado. Mas México y Tlatelolco, que son los mayores, las tienen grandísimas… caben en ella hasta cien mil personas. Cada oficio y cada mercadería tiene su lugar señalado, que no es poco orden”.

Hernán Cortés, en su Segunda Carta de Relación, también quedó impactado:

“Tiene otra plaza tan grande como dos veces Salamanca, donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil ánimas comprando y vendiendo… gallinas, perdices, codornices, palomas, conejos, liebres, venados, perros pequeños, herbolarios, boticarios, casas como de barberos… frutas, miel de abeja, hilados de algodón de todos los colores… Y tienen mucho orden; hay una gran casa de audiencia, donde están siempre sentadas diez o doce personas que son jueces y mandan castigar a los delincuentes”.

Bernal Díaz y la experiencia del tianguis

Otro testigo excepcional, Bernal Díaz del Castillo, lo narra así en su Verdadera historia de la conquista de la Nueva España:

“Llegamos a la gran plaza que se dice Tlatelolco… quedamos admirados de la multitud de gente y mercaderías… esclavos atados en unas varas largas con colleras, cueros de tigres y venados, frijoles, chía, gallinas, perrillos… Tenían allí sus casas, a donde juzgaban, tres jueces y otros como alguaciles que miraban las mercaderías. En todos los caminos tenían hechos de cañas o yerba, porque no los vieses y allí se metían si tenían ganas de purgar los vientres”.

El tianguis después de la conquista

Incluso después de la caída de Tenochtitlan, la tradición de los tianguis sobrevivió. Francisco Cervantes de Salazar, en su Crónica de la Nueva España, escribe:

“Había todos los días de la semana en estos tiánguez gente y mercadurías, y después, en tiempo del muy prudente Antonio de Mendoza se ordenó que miércoles y jueves se moviera al tiánguez de San Hipólito… no hay hormiguero de tanto bullicio como acude la gente a este tiánguez. Vienen también a comprar a él muchos españoles y españolas”.

¿Qué opinas de estos fascinantes antecedentes? La próxima vez que acudas al tianguis, estarás formando parte de una forma de comercio que ha perdurado por siglos.

Fuentes consultadas

  • Alvarado Tezozómoc, Hernando. Crónica Mexicana. Secretaría de Cultura, 1878.
  • Cervantes de Salazar, Francisco. Crónica de la Nueva España. Red ediciones S.L., 2011.
  • Cortés, Hernán. Cartas de Relación. Ed. Porrúa, 2005.
  • Díaz del Castillo, Bernal. Verdadera Historia de la Conquista de la Nueva España. Fernández Editores, 1961.
  • López de Gómara, Francisco. La Conquista de México. N2KT.

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